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Pianos de cola, made in Ecuador 

Un amigo director de orquesta me contó una vez que, durante un concierto familiar en una ciudad del Ecuador, preguntó qué familias de instrumentos conocían los niños presentes. Respondieron hecho un tiro, pero de manera muy diferente a lo que él esperaba: “Paccha, Gallegos, Godoy…”. Los niños no sabían necesariamente los nombres de todos los instrumentos de la orquesta, pero sí conocían las familias de las que procedían casi todos los músicos conocidos. Las tradiciones familiares siguen siendo inmensamente importantes en el Ecuador actual: tal como el padre, y en ocasiones también la madre, así también a menudo el hijo y la hija, nietos y bisnietos. Igual cosa sucede con la familia fabricante de pianos Verdugo

Daniel Verdugo Álavarez comenzó a fabricar instrumentos de teclado en los aňos 30 del siglo pasado, en la sureña ciudad de Cuenca: produjo armonios para el uso en los servicios religiosos, y pianolas, pianos autoejecutables. Su hijo Luis, nacido en 1931, creció, por así decir, en el taller del padre, fascinado con las teclas y las cuerdas, y aprendió el oficio del constructor de pianos. Pero Cuenca, en aquella época, era pequeña, el número de pianos limitado y las condiciones de trabajo precarias. Por ello, a los 19 años, Luis Verdugo se trasladó a Quito, la capital del país. Allí había muchos instrumentos de teclado en las casas de personas adineradas de la ciudad, a menudo en un estado lamentable.

El reconocimiento de Verdugo como afinador de pianos se produjo con un concierto de Arthur Rubinstein

El joven Luis afinaba, reparaba, restauraba, y poco a poco se ganó cierta reputación entre los músicos de Quito. Pero su verdadero reconocimiento se produjo cuando, en septiembre de 1953, fue llamado en último minuto para ayudar a afinar el piano de cola del Teatro Sucre, entonces la principal sala de conciertos de la ciudad, con motivo de un concierto de Arthur Rubinstein. Las funciones de pianistas de fama mundial eran, entonces como ahora, raras en Quito, y Rubinstein había amenazado con irse, porque el instrumento no cumplía con sus expectativas en los ensayos. Verdugo vino y se dedicó al piano, el solista quedó satisfecho y el concierto fue un gran éxito. De pronto, el nombre Luis Verdugo era reonocido en círculos más amplios de la ciudad.

Pero no sería hasta principios de los años noventa cuando se aventuró a construir su propio instrumento, junto a su hijo también llamado Daniel. El primer piano de cola de la empresa familiar Verdugo se completó en 1994. Desde entonces, 26 instrumentos han nacido en Sangolquí, cerca de Quito, donde la familia vive junto al taller desde hace un cuarto de siglo. La Orquesta Sinfónica de la pequeña ciudad de Loja posee un piano Verdugo, al igual que el Conservatorio Nacional de Quito o la Universidad Técnica de Ambato. Cuando se celebró el Mundial de Fútbol en Alemania, en el 2006, no sólo la Tri, la selección nacional del Ecuador, viajó a Europa para el torneo, sino también un piano de cola Verdugo. El pianista ecuatoriano Boris Cepeda, quien hoy vive en Weimar (Alemania), dió conciertos con el instrumento en las cinco ciudades donde actuó el equipo ecuatoriano.

Concierto de cumpleaños con los instrumentos del propio taller

Una noche de noviembre de este año, Luis Verdugo, que acaba de cumplir 91 años, ocupa un asiento de la primera fila durante el concierto ofrecido en su honor en la “Villa Celia”, la casa de la pianista Celia Zaldumbide, fallecida en el aňo 2014. Como es usual, lleva su característica boina de color azul oscuro. Al igual que el difunto ex canciller alemán Helmut Schmidt, también un entusiasta pianista, y quien seguro le sonríe desde el más allá. Todas las generaciones de la familia Verdugo están presentes: sus dos nietas Daniela y Carolina llevan ya varios años trabajando en el taller, el bisnieto, de pocos meses, gorjea del brazo de su madre. Dos pianos de cola están listos en el escenario para la actuación, uno de ellos terminado en el taller Verdugo en el aňo 2020.

En las dos horas subsiguientes, los pianistas de todo el Ecuador se pasan la posta con los instrumentos, digo, con las teclas, cruzando por todo el país y por todo el repertorio para piano. Los jóvenes premiados en el Segundo Concurso Nacional de Música de Cámara del Ecuador inician con Clara Schumann; siguen Beethoven y Debussy. Una de las pianistas es Emilia, la talentosa nieta de 16 años de Luis Verdugo. El riobambeño Paco Godoy, descendiente también de una dinastía de músicos ecuatorianos, interpreta junto a la cantante Andrea Condor tres boleros folclóricos, “¡que sabemos, maestro, que le gustan mucho!“ El compositor nacido en Loja, Juan Castro, adopta un enfoque más contemplativo con su propio pasillo y un “Padre Nuestro”, compuesto durante la pandemia. Suenan completamente diferente los dos tenores acompañados de Paulina Alemán: Marco Catena y José Cárdenas cantan con entusiasmo “O sole mio” para el anciano jubilado. Y el italiano Catena, llenas de emoción sus palabras de agradecimiento al “Maestro Luis”, cae involuntariamente en su lengua materna. En ambos pianos tocan juntos Alex Alarcón y Andrés Torres piezas de Piazolla y Milhaud.

Luis Verdugo rodeado de músicos y familiares en noviembre de 2022 ©Fundación Zaldumbide Rosales / Villa Celia
La familia, la profesión, la fe: un vínculo indisoluble

Entonces llega por fin la torta. Y con él todos, la familia y la larga fila de músicos que ahora quieren felicitar en serio. Pero antes, el pianista más joven de la noche, Angelito, de 5 años, también agradece al cumpleañero. Le desea solemnemente la bendición de “Papito Dios”, se dirige al piano de cola y entona la tradicional canción de cumpleaños, con acordes sonoros. Y mientras todos los pianistas se reúnen poco a poco en torno a los dos teclados y adornan así el canto del acompañamiento musical, las velas arden, la gente se abraza y se besa, el grupo en torno a los instrumentos se hace cada vez más grande. Hasta que una cosa se funde en la otra y los músicos, junto con el hijo, las nietas y bisnietos de Verdugo, forman una sola gran familia.

Nota de la traductora: El texto original fue escrito en idioma alemán, para un público alemán. Traducción del castellano: Mónica Thiel

1 de diciembre, 2022

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Leben und Gesellschaft Musik

Konzertflügel made in Ecuador

Ein befreundeter Dirigent erzählte einmal, dass er während eines Familienkonzerts in einer ecuadorianischen Stadt fragte, welche Instrumentenfamilien die anwesenden Kinder kannten. Die Antworten kamen wie aus der Pistole geschossen – aber ganz anders als erwartet: „Paccha, Gallegos, Godoy…“. Die Kinder wussten zwar nicht unbedingt alle Orchesterinstrumente mit Namen zu nennen, aber sehr wohl diejenigen Familien, aus denen fast alle ihnen bekannten Musiker stammen. Familientraditionen haben bis heute eine immense Bedeutung in Ecuador: Wie der Vater, und ab und zu die Mutter, so häufig Sohn und Tochter, Enkel und Urenkel. Bei der Klavierbauerfamilie Verdugo ist es nicht anders. 

Daniel Verdugo Álvarez stellte in den Dreißiger Jahren des 20. Jahrhunderts in der im Süden des Landes gelegenen Stadt Cuenca Tasteninstrumente her: Er produzierte Harmonien für den Gebrauch im Gottesdienst, und Pianolas, selbstspielende Klaviere. Sein 1931 geborener Sohn Luis wuchs gewissermaßen in der Werkstatt des Vaters auf, war von den Tasten und Saiten fasziniert, lernte selbst das Handwerk des Klavierbauers. Aber Cuenca war zu jener Zeit klein, die Zahl der Klaviere begrenzt und die Arbeitsbedingungen prekär. Mit 19 Jahren zog Luis Verdugo deshalb nach Quito, in die Hauptstadt des Landes. Dort gab es viele Tasteninstrumente in den wohlhabenden Häusern der Stadt, oft in einem katastrophalen Zustand.

Verdugos Durchbruch als Klavierstimmer kam mit einem Konzert von Arthur Rubinstein

Der junge Luis stimmte, reparierte, restaurierte, und erwarb sich allmählich einen gewissen Ruf unter den Musikern Quitos. Sein eigentlicher Durchbruch aber kam, als er im September 1953 anlässlich eines Konzerts von Arthur Rubinstein im letzten Moment zu Hilfe gerufen wurde, um den Flügel des Teatro Sucre, damals der Hauptkonzertsaal der Stadt, zu stimmen. Gastspiele weltbekannter Pianisten waren, damals wie heute, rar in Quito, und Rubinstein hatte mit Abreise gedroht, weil das Instrument in der Probe nicht seinen Erwartungen entsprach. Verdugo kam und widmete sich dem Flügel, der Solist war zufrieden, und das Konzert wurde ein großer Erfolg. Auf einmal war der Name Luis Verdugo auch breiteren Kreisen in der Stadt bekannt.

Aber erst zu Beginn der Neunziger Jahre wagte er sich, zusammen mit seinem wiederum Daniel genannten Sohn, an den Bau eines eigenen Instruments. Der erste Flügel aus dem Familienbetrieb Verdugo wurde 1994 fertiggestellt. Seitdem haben in Sangolquí bei Quito, wo die Familie seit einem Vierteljahrhundert direkt neben der Werkstatt lebt, 26 Instrumente das Licht der Welt erblickt. Das Sinfonieorchester des kleinen Loja besitzt ein Verdugo-Klavier, ebenso wie das Nationale Konservatorium in Quito oder die Technische Universität von Ambato. Als 2006 die Fußball-Weltmeisterschaft in Deutschland stattfand, reiste nicht nur das ecuadorianische Nationalteam zum Turnier nach Europa, sondern auch ein Verdugo-Konzertflügel. Der ecuadorianische Pianist Boris Cepeda, der heute in Weimar lebt, gab auf dem Instrument Konzerte in jenen fünf Städten, in denen das ecuadorianische Team spielte.

Geburtstagskonzert auf den Instrumenten aus der eigenen Werkstatt

An einem Abend im November dieses Jahres sitzt der gerade 91 Jahre alt gewordene Luis Verdugo in der ersten Reihe bei dem Konzert, das in der „Villa Celia“, dem Haus der 2014 verstorbenen Pianistin Celia Zaldumbide, zu seinen Ehren gegeben wird. Wie fast immer trägt er sein Markenzeichen, die dunkelblaue Schirmmütze. Der verstorbene Alt-Bundeskanzler Helmut Schmidt, selbst ein begeisterter Pianist, grüßt aus dem Off. Alle Generationen der Familie Verdugo sind anwesend: Die beiden Enkelinnen Daniela und Carolina arbeiten bereits seit einigen Jahren in der Werkstatt mit, der wenige Monate alte Urenkel gluckst auf dem Arm seiner Mutter. Zwei Flügel stehen auf der Bühne für die Darbietung bereit, der eine davon fertiggestellt im Hause Verdugo im Jahr 2020. 

Luis Verdugo im Kreise von Musikern und Familie im November 2022 ©Fundación Zaldumbide Rosales / Villa Celia

In den nun folgenden zwei Stunden geben sich an den Instrumenten Pianisten aus ganz Ecuador die Klinke, nein, die Tasten in die Hand, einmal quer durch das Land und die Klaviermusik. Die jungen Preisträger des zweiten Kammermusikwettbewerbs Ecuadors beginnen mit Clara Schumann; Beethoven und Debussy folgen. Eine der Pianistinnen ist Emilia, die begabte sechzehnjährige Enkelin von Luis Verdugo. Paco Godoy aus Riobamba, selbst einer ecuadorianischen Musikerdynastie entstammend, interpretiert zusammen mit der Sängerin Andrea Condor drei volkstümliche Boleros, „von denen wir wissen, Maestro, dass Sie sie besonders mögen!“. Der in Loja geborene Komponist Juan Castro geht es mit einem eigenen Pasillo und einem in der Pandemie entstandenen „Vaterunser“ eher besinnlich an. Ganz anders die von Paulina Alemán begleiteten zwei Tenöre: Das von Marco Catena und José Cárdenas enthusiastisch geschmetterte „O sole mio“ gilt persönlich dem hochbetagten Jubilar. Und vor lauter Rührung verfällt der Italiener Catena bei seinen Dankesworten an den „Maestro Luis“ unwillkürlich in seine Muttersprache. Alex Alarcón und Andrés Torres musizieren an den beiden Flügeln gemeinsam Piazolla und Milhaud. 

Die Familie, der Beruf, der Glaube – eine unauflösbare Verbindung

Dann kommt endlich die Torte. Und mit ihr alle, Familie und die lange Reihe der Musiker, die jetzt nun wirklich gratulieren wollen. Aber zuvor dankt auch der jüngste Klavierspieler des Abends, der fünfjährige Angelito (“Engelchen”), dem Geburtstagskind. Den Segen des „Papito Diós“ (“Väterchen Gott”), wie man hier so gerne sagt, wünscht er ihm feierlich, dreht sich zum Flügel und stimmt mit vollen Akkorden das gemeinsame Geburtstagslied an. Und während sich allmählich alle Pianisten um die beiden Tastaturen scharen und zum Gesang schmückendes musikalisches Beiwerk liefern, brennen die Kerzen, wird umarmt und geküsst, vergrößert sich die Gruppe rund um die Instrumente immer weiter. Bis eines in das andere übergeht und die Musiker gemeinsam mit dem Sohn, der Schwiegertochter, den Enkeln und Urenkeln Verdugo eine einzige große Familie bilden. 

29. November 2022

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Leben und Gesellschaft Musik

Jeden Abend ein wenig länger – Ecuador Jazz 2022

Es lebt wieder, das Zentrum von Quito. Am Freitagabend um kurz nach sechs schieben sich die Menschen durch die enge Calle Guayaquil, eilen mit Einkäufen und Kindern beladen über den Theaterplatz. Es dämmert schon, und im wiedereröffneten Café gegenüber dem Teatro Sucre trinken Bildungsbürger und Kunstschaffende den ersten Rotwein des Abends aus Plastikbechern.

Wer im Parkhaus einen Block weiter für das Auto keinen Platz mehr gefunden hat, dem bleiben noch die düsteren Katakomben an der Ecke zur Calle Manabí. Aussteigen im Dämmerlicht, die Tasche fest im Griff, einmal in alle Richtungen umsehen, und dann zügigen Schrittes zum Ausgang. Oben hat sich in einer Ecke des Theaterplatzes ein Streifenwagen positioniert, unübersehbar und mit blinkenden Lichtern. Aus gutem Grund. Denn das größte Problem für die Kultur im Zentrum der Stadt ist mittlerweile nicht mehr die Corona-Pandemie, sondern die Angst der Bürger vor Diebstählen und Überfällen. Die fast zwei Jahre lange Paralysierung des wirtschaftlichen und kulturellen Lebens führte in der Innenstadt dazu, dass sich schon am frühen Abend kaum noch jemand ohne Not auf der Straße bewegte. Das historische Zentrum wurde zu einer Art rechtsfreiem Raum – einem Raum, den sich die Ladenbesitzer, Theater, Restaurants und Institutionen nun Schritt für Schritt, gewissermaßen Minute für Minute zurückerobern. Dass mit “Ecuador Jazz 2022” ein wichtiges Festival nun wieder genau hier, im Herzen der Stadt, stattfindet, ist ein gutes Zeichen.

Das Theater bei Tag – ganz ohne Jazz

Im hell erleuchteten Foyer des 1879 – 1886  im Stil des Neoklassizismus erbauten Teatro Sucre stellt der Caterer Soft Drinks und Häppchen auf. Eine Gruppe von Frauen verkauft Naturprodukte und fair produzierte Kleidung sowie Werbematerial rund um das Festival. Die Komponistin und Pianistin Lyzbeth Badaraco mit ihrer Band präsentiert heute Abend ihr zweites Album „Bucle“; anschließend steht ein Konzert der Banda Metropolitana de Quito unter Leitung des amerikanischen Gastdirigenten Matthew Westgate auf dem Programm. Ein spannender Abend – nur die Zuhörer lassen auf sich warten. Lediglich die Hälfte der fast 800 Plätze ist am Ende besetzt, viele wohl mit Freunden und Verwandten der Musiker. „Unsere zentrale Lage ist im Moment unser größtes Problem“, berichtet Stalin Lucero, der Produktionsleiter der Spielstätte. „Wir haben bieten ein wirklich abwechslungsreiches Programm, haben tausend Ideen, aber die Leute fürchten sich zu kommen.“ 

Angst macht taub und blind – und ein Abend im Zentrum lohnt sich

Dabei lohnt es sich. Lyzbeth Badaraco hat neben ihrer Band eine Reihe von Musikerinnen mitgebracht, darunter die bekannte Liedermacherin Grecia Albán und die wirklich spektakuläre Sängerin Alejandra Cabanilla. „Soleá”, eine traurige Ballade zu Worten von Federico García Lorca, widmet Cabanilla der jungen Anwältin María-Belén Bernal, die vor zwei Wochen in den Räumen der hiesigen Polizeiakademie ermordet wurde. Ihr Fall bewegt seitdem das Land; Frauenorganisationen gehen täglich gegen die Missachtung von Frauenrechten und die zunehmende Zahl an Femiziden auf die Straße. Der im Hintergrund laufende Videoclip zu “Soleá” interpretiert das Lied als Hoffnungsbotschaft an alle Frauen, die sich in ihrem Leben und in ihren beschränkten Möglichkeiten gefangen fühlen.

Wer diese und andere Kompositionen Badaracos nicht nur einmal hören möchte, kann in der Pause am Verkaufstisch ein Set von handbemalten hölzernen Matrjoschkas erwerben, die über einen am Fuss einer Puppe aufgeklebten Barcode das Herunterladen erlauben – auch hier bleibt das Frauenthema präsent.

Nicht CD, nicht Spotify, sondern Matrjoschka – das neue Album von Lyzbeth Badaraco

Anschließend Szenenwechsel. Mit schmissigen Rhythmen holen die „Banda Sinfónica Metropolitana de Quito“ und der brasilianische Saxofonist Felipe Salles das Publikum in den Saal zurück. Das 1990 gegründete Blasorchester hat sich in den letzten Jahren unter Leitung des jungen venezolanischen Dirigenten Luis Alberto Castro trotz Pandemie zu einer festen Größe im musikalischen Leben Quitos entwickelt. Der US-amerikanische Gastdirigent Matthew Westgate von der Massachusetts University ist bereits zum zweiten Mal in Ecuador, um mit dem Ensemble zu arbeiten. Er ist von der Entwicklung des Orchesters sichtlich begeistert. “Ich bin sehr dankbar dafür, mit diesen wunderbaren Musikern zusammenzuarbeiten!” Die Schlagzeuger beeindrucken gleich zu Beginn des Konzerts mit virtuosen Soloeinlagen; in der zweiten Programmhälfte mit viel “Westside Story“ sind vor allem die langen Linien der Klarinetten ein Genuss. Und was Musikalität und Zusammenspiel angeht, ist die „Banda Metropolitana“ dem Nationalen Sinfonieorchester im Moment sicherlich überlegen. Als wir nach Beifall und Vorhang zufrieden wieder auf dem Theaterplatz ankommen, hat die Bar gegenüber tatsächlich noch geöffnet für ein zweites Glas…

Die selbstproklamierte “Band der Gegenkultur”, Dozenten der Universidad Central, eine kubanische Frauenband – an Vielfalt mangelt es nicht bei Ecuador Jazz 2022

Das Ecuador Jazz Festival 2022 hat seit dem 15. September zehn Tage lang das Zentrum Quitos bespielt. Konzerte im  ehemaligen Kinosaal des Teatro Variedades und eben im Teatro Sucre, Jam Sessions im Restaurant Caponata und der Lounge Curuba mit Gruppen aus Puerto Rico, Kuba, Frankreich, Peru und Argentinien haben zahlreiche Besucher angelockt. Das kostenlose Abschlusskonzert auf dem Theaterplatz leidet am Sonntag zwar unter strömendem Nachmittagsregen, aber das motivierte Publikum zückt die Regenschirme und bleibt – erst einmal. Erst wenn der Abend kommt, wird der Platz wieder verlassen sein, und der blinkende Streifenwagen umso sichtbarer.

27. September 2022

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Dame la fuerza para luchar – “Manuela y Simón” en Quito

El 24 de mayo de 2022, Quito celebró su “Bicentenario”, el aniversario 200 de la Batalla del Pichincha, en la que los patriotas al mando de Antonio José de Sucre, derrotaron al ejército realista y sellaron así la independencia de Ecuador de la corona española. Simón Bolívar, el “libertador de América del Sur”, no tomó parte en la batalla porque se detuvo peleando en Pasto, al sur de lo que hoy es Colombia. Pero, poco después entró a Quito con gran aclamación. Durante esta estancia conoció a Manuela Sáenz, la hija natural de un noble español, mujer comprometida en la lucha por la libertad, quien pronto se convirtió en su amante. Bajo el título “Manuela y Simón – Música de cuando Quito se declaró libre”, estudiantes de la Universidad Central presentaron una síntesis de las artes en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, el día de la Batalla de Pichincha, e inspirada en melodías del Quito de 1820.

El Teatro Nacional, con sus 1500 butacas, en esta ocasión se llenó por completo; tampoco hubo mucho espacio en el escenario: alrededor de 60 estudiantes de la Carrera de Artes Musicales conformaban la “Orquesta de la Independencia”, integrando a la vez instrumentos sinfónicos y autóctonos (como quenas, marimbas y zampoñas) que actualmente se estudian en la carrera de música. La orquesta, dirigida por Juan Carlos Panchi y César Santos Tejada, estuvo complementada por un coro de veinte estudiantes y un conjunto de danza interdisciplinario. Moderaron el evento dos experimentados actores y narradores, los docentes Santiago Rodríguez y Madeleine Loayza.

Dos mundos musicales se encuentran

El Quito musical de principios del siglo XIX se caracterizó por dos mundos que no podían ser más diferentes: la música tradicional, pentatónica del pueblo andino, interpretada en su mayoría con instrumentos de viento y percusión, que era lo que la gente común escuchaba y tocaba fuera de los servicios católicos. Los colonos y mestizos de origen español, por otro lado, tuvieron contacto con la música religiosa y cada vez más secular de los gobernantes coloniales europeos, que fue asimilada por compositores locales y desarrollada en su propio estilo.

Ambos elementos confluyen en una colección, del año 1848, de “varias tocatas de violín antiguas y nuevas”, cuyas melodías bailables forman la base de la mayoría de los arreglos sinfónicos de “Manuela y Simón”. Tarea nada fácil, este paso de una forma tan pequeña a una tan grande. Las piezas orquestales “simbióticas” resultantes fueron escritas por Pablo Guerrero Gutiérrez, un incansable y meticuloso investigador de la historia de la música ecuatoriana, y por Juan Carlos Panchi, Coordinador de la carrera de Artes Musicales, entre otros.

La velada comenzó con sonidos folklóricos, o más bien místicos, que, según el excelente folleto del programa, querían evocar la diversidad musical del Ecuador. Pero las siguientes piezas ya cerraron la brecha entre el nuevo y el viejo mundo, entre eventos revolucionarios en dos continentes. A estas composiciones las llamaron “El Yacovino” (Jacobino) y “La guillotina”. En esta su ritmo marcial y su melodía abiertamente hacen alusión a la Marsellesa, para luego convertirse en una ligera pieza de baile.

Melodías que acompañaron la lucha por la independencia

Muchas de las composiciones compiladas en la edición del 1848 tienen títulos originales que hacen referencia a hechos de la lucha por la independencia de Quito: “La derrota en el Panecillo” o “1° Pichincha”, presuntamente en homenaje a un batallón de luchadores por la independencia que se denominaba así. Y se vuelve aún más específico: “Este valse tocaba la tropa cuando Bolívar entró a Quito”, dice el manuscrito de 1848. Además del vals “moderno” a la época, la contradanza ya un tanto anticuada, aparentemente figuraba entre las danzas preferidas de los quiteños: en la serie de Netflix “Bolívar”, Manuela Sáenz baila esta danza grupal con su futuro amante, a quien acaba de conocer en persona, tal como ella lo escribió en una carta.

En la Casa de la Cultura las cosas ahora se animan con una “Bomba”, un baile tradicional de la población afroecuatoriana del Valle del Chota, que aún hoy es popular en Ecuador; el ritmo en el escenario aumenta, al igual que el entusiasmo en el auditorio. Una de las bailarinas balancea una botella sobre su cabeza sin detenerse en su movimiento de caderas: el público aplaude con fuerza. Y el siguiente “Capuchino”, en realidad un vals con toques de música de salón, también contribuye significativamente a la atmósfera.

No se ha hablado aún de los bailarines. Los doce jóvenes provenientes de todo el Ecuador le dan a la actuación la viveza que de otro modo tal vez le hubiera faltado a un concierto tan sabiamente abordado. Corren, saltan, ruedan por el suelo, transformando lo escuchado en algo concreto y vivido, creando entre la música y el público una conexión, que con su corporeidad recuerda representaciones de “La consagración de la primavera” de Stravinsky. Y así también forman un vivo contraste con las imágenes de aspecto un poco pálido en el fondo del escenario.

La Universidad Central es la universidad más antigua de Ecuador, pero se ve frente a muchos retos

La Facultad de Artes de la tradicional Universidad Central, la más antigua del Ecuador, cuenta con 1100 estudiantes. “La educación es más importante que cualquier cosa”, se puede traducir su lema del latín. “Nuestros estudiantes provienen de las zonas más pobres del país”, explica la decana de la Facultad de Artes, Carmen Jijón. Lo que muchos estudiantes de costosas universidades privadas dan por sentado, como tener una buena educación y acceso a los estudios de arte, música y danza, a estos jóvenes les ha costado gran esfuerzo. 

“Dame la fuerza para luchar, Manuela” cantan en el estribillo final, escrito para la ocasión por el docente y compositor Luis Rodríguez Pazmiño. Un guiño que incita a recordar la sonoridad de la Carmina Burana. En cualquier caso, no faltan las emociones en esta velada. En la prensa circulan estos días comentarios sobre una supuesta campaña de la nueva dirección de la “Casa de las Culturas”, como ahora se hace llamar en las redes sociales, contra el eurocentrismo y la herencia colonial. Llamémoslo pragmáticamente solo una expresión de confianza en sí mismo. “Adelante, adelante, adelante Universidad Central”, esclama la sala mientras los músicos y bailarines hacen reverencias. Uno solo puede estar de acuerdo con eso. (Adaptación del Alemán: Andrés Torres, Marcela García, Benita Schauer)

25 de mayo de 2022

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Musik

“Manuela y Simón” in der Casa de la Cultura

Am 24. Mai 2022 feiert Quito sein „Bicentenario“, den 200. Jahrestag der Schlacht am Vulkan Pichincha, in der die Aufständischen unter Antonio José de Sucre das spanientreue Heer schlugen und damit die Unabhängigkeit Ecuadors von der spanischen Krone besiegelten. Simón Bolivar, der „Befreier Lateinamerikas“, nahm an der Schlacht nicht teil, da er durch Kämpfe in Pasto, im Süden des heutigen Kolumbiens, aufgehalten wurde, zog aber wenig später umjubelt in Quito ein. Bei diesem Aufenthalt lernte er Manuela Sáenz kennen, uneheliche Tochter eines spanischen Edelmannes und engagierte Freiheitskämpferin, die alsbald seine Geliebte wurde. Unter dem Titel „Manuela und Simón – Musik aus der Zeit, als Quito seine Unabhängkeit erklärte“, präsentieren Studenten der Universidad Central am Tag der Schlacht von Pichincha in der Casa de la Cultura Ecuatoriana ein Gesamtkunstwerk, dessen Inspiration Melodien aus dem Quito der 1820er Jahre bilden.

In dem mit 1500 Zuschauern vollständig gefüllten Saal ist auch auf der Bühne an diesem Abend nur wenig Platz: Rund 60 Studierende des Fachbereiches für Musik bilden das eigens formierte „Orchester der Unabhängigkeit“, das unter der Leitung von Juan Carlos Panchi und César Santos Tejada symphonische und einheimische Instrumente wie Quena und Zampoña vereint. Dazu ein zwanzigköpfiger Chor, ein interdisziplinär genanntes Tanzensemble, und das Ganze moderiert von den souverän agierenden Schauspielern und Dozenten Santiago Rodriguez und Madeleine Loayza.

Zwei musikalische Welten treffen aufeinander

Das musikalische Quito zu Beginn des 19. Jahrhunderts war geprägt durch zwei Welten, die unterschiedlicher nicht hätten sein können: Die traditionelle, pentatonisch geprägte Musik der Andenbevölkerung, meist von Blas- und Schlaginstrumenten interpretiert, war das, was die einfache Bevölkerung außerhalb der katholischen Gottesdienste hörte und spielte. Die bereits in Lateinamerika geborenen spanischstämmigen Siedler und Mestizen dagegen hatten Kontakt zur religiösen und zunehmend auch weltlichen Musik der europäischen Kolonialherren, die von Komponisten vor Ort aufgenommen und in ihrem eigenen Stil weiterentwickelt wurde. 

Beide Elemente vereinen sich in der 1848 in Quito zusammengestellten Ausgabe von „Alten und neuen Toccaten für Violine“, deren tänzerische Melodien die Grundlage der meisten symphonischen Arrangements von „Manuela y Simón“ bilden. Keine leichte Aufgabe, dieser Schritt von der ganz kleinen zur ganz großen Form. Die meisten der so entstandenen „symbiotischen“ Orchesterstücke entstammen der Feder von Pablo Guerrero Gutiérrez, einem unermüdlichen und präzisen Forscher zur ecuadorianischen Musikgeschichte. Der Abend beginnt mit volkstümlichen, eher mystischen Klängen, die laut dem exzellenten Programmheft die musikalische Vielfalt Ecuadors evozieren sollen. Aber schon die nächsten Stücke schlagen die Brücke zwischen Neuer und Alter Welt, zwischen revolutionären Ereignissen auf zwei Kontinenten. „Der Jakobiner“ und „Die Guillotine“ nennen sich die beiden Kompositionen, von denen letztere ganz unverhohlen auf Melodie und Duktus der Marseillaise anspielt, um sich anschließend in ein eher leichtfüßiges Tanzstück zu verwandeln.

Melodien, die den Kampf um die Unabhängigkeit begleiteten

Viele der hier bearbeiteten Kompositionen tragen Originaltitel, die auf Ereignisse des Unabhängigkeitskampfes von Quito verweisen: „Die Niederlage am Panecillo“ oder „1° Pichincha“, vermutlich eine Referenz an ein so benanntes Batallion der Unabhängigkeitskämpfer. Und es wird noch konkreter: „Diesen Walzer spielten die Soldaten, als Simón Bolivar in Quito einzog“, heißt es in dem Manuskript von 1848. Neben dem modernen Walzer zählte offenbar auch der schon etwas altmodische Kontratanz zu den bevorzugten Tänzen der Quiteños: In der Netflix-Serie „Bolivar“ tanzt Manuela Sáenz mit ihrem zukünftigen Liebhaber, den sie gerade erst persönlich kennengelernt hat, diesen Gruppentanz – so wie es auch aus ihren Briefen an Bolivar überliefert ist.

In der Casa de la Cultura aber wird es jetzt lebhaft: Mit der „Bomba“, einem traditionellen Tanz der afroamerikanischen Bevölkerung des Chota-Tals, der bis heute in Ecuador populär ist, steigt das Tempo auf der Bühne wie auch die Begeisterung im Zuschauerraum. Eine der Tänzerinnen balanciert eine Flasche auf dem Kopf, ohne dabei im Hüftschwung innezuhalten – das Publikum applaudiert lautstark. Und auch der folgende „Kapuziner“ (Capuchino), eigentlich ein Walzer mit Salonmusik-Anklängen, trägt deutlich zur Stimmung bei. 

Von den Tänzern war bisher noch nicht die Rede. Die zwölf jungen Leute aus ganz  Ecuador geben der Aufführung die Lebendigkeit, der bei einem so wissenschaftlich angegangenen Konzert sonst vielleicht gefehlt hätte. Sie rennen, springen, rollen über den Boden, machen das Gehörte konkret und plastisch, schaffen eine Verbindung zwischen Musik und Zuschauern, die in ihrer Körperlichkeit an Aufführungen des „Sacre du Printemps“ von Strawinsky erinnert.  Und bilden so auch einen lebendigen Kontrast zu den etwas blutleer wirkenden Bildprojektionen im Bühnenhintergrund.

Die Universidad Central ist die älteste Universität Ecuadors – und eine der ärmsten

1100 Studenten hat die Fakultät für Bildende und Darstellende Kunst an der traditionsreichen Universidad Central, der ältesten Universität Ecuadors. „Wichtiger als alles ist die Bildung“, lautet ihr Motto. „Unsere Studierenden kommen aus den ärmsten Gegenden des Landes“, erläutert die Dekanin der Fakultät, Carmen Jijón. Was für viele Studierende teurer Privatuniversitäten selbstverständlich ist, eine gute Ausbildung, Zugang zu Kunst, Musik und Tanz, haben sich diese jungen Leute hart erarbeitet. 

„Da me la fuerza para luchar, Manuela“ (Gib mir den Mut zu kämpfen) singen sie in dem für den Anlass geschriebenen Schlusschor des Komponisten Luis Rodríguez Pazmiño. Ein Schelm, wer sich dabei klanglich an die Carmina Burana erinnert fühlt. An Emotionen jedenfalls mangelt  es nicht an diesem Abend. Dieser Tage kursieren in der Presse Kommentare zu einer angeblichen Kampagne der neuen Leitung der „Casa de las Culturas“, wie sie sich in den sozialen Medien nun nennt,  gegen Eurozentrismus und koloniale Erblasten. Nennen wir es pragmatisch einfach eine Äußerung von Selbstbewusstsein. „Adelante, adelante, adelante Universidad Central“ (Vorwärts, Universidad Central), ruft der Saal, als sich die Musiker und Tänzer verbeugen. Da kann man nur mit einstimmen.

25. Mai 2022

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“Siempre de protesta” – la musicóloga Inés Muriel

“Desde las salas de concierto de Latinoamérica”, reporta la voz femenina con un ligero acento, pero en selecto alemán. Inés Muriel presenta en Radio DDR II, de la RDA, un resumen de lo que pasa en el mundo de la música clásica en las grandes urbes de Latinoamérica, informa sobre una presentación del Cuarteto Ulbrich de Dresda en La Habana, elogia la “política musical consecuente y efectiva de Cuba”. Estamos en el año 1977. La ecuatoriana Inés Muriel Bravo vive desde inicios de los sesentas en la RDA. Los programas radiales concebidos y producidos por ella en aquella época dibujan la imagen de una mujer erudita, militante y sumamente disciplinada; son testimonio de una vida agitada y a su vez retraída entre Ecuador, Colombia y Alemania.

Nacida en la ciudad ecuatoriana de Riobamba en 1926, fue hija de inmigrantes colombianos. Posteriormente, se mudó junto con sus padres a Quito, la capital, en cuyo Conservatorio recibió clases de piano y canto. Junto con su hermano Guillermo Muriel, un año menor que ella, quien más tarde llegaría a ser un conocido pintor, militó en círculos izquierdistas siendo miembro activo del Partido Comunista del Ecuador.

Por medio del Partido Comunista, a estudiar musicología en la RDA 

Continuó con su militancia luego de mudarse con sus dos pequeñas hijas a Colombia en 1957. Pero en ese tiempo de la Revolución Cubana, marcado por la violencia y la represión, la afiliación al partido representaba para ella un riesgo permanente. El Partido Comunista Colombiano le facilitó, finalmente, una beca política, y fue así que emigró a la RDA en 1963. Inés Muriel quería ocuparse allá de aquello que siempre le había interesado: la música y la musicología. Y quería ver cómo era posible que “sobre el suelo de un antiguo estado fascista pudiera formarse un sistema socialista”, relata su hija Lucía Muriel.

Antes de los estudios, la RDA la puso a sudar: la incipiente musicóloga habría de ganarse su plaza universitaria con trabajo práctico en una fábrica de lámparas. Solo entonces ─tenía treinta y tantos años─ pudo matricularse en la Universidad de Leipzig. La ciudad donde presentó su tesis de graduación sobre la “Cultura musical de los jívaros del Ecuador” se convirtió en su tierra por 18 años: “Creo que no podía ser mejor”, dijo en una entrevista con Rodrigo Villacis Molina en 1980. Trabajó para la radio de la RDA, asistió a artistas como Mercedes Sosa y Oswaldo Guayasamín durante sus estadías; evidentemente, tenía buenas conexiones. Pero ello no le impedía lidiar con aquello que no funcionaba bien en la RDA, ─“siempre de protesta”, dicen que estuvo ─.

“No le voy hacer competencia a nadie”: intento de regreso al Ecuador

Obviamente, existía absoluto interés de parte de la cátedra de Leipzig en llegar a saber más acerca del mundo musical de Latinoamérica por medio de la becaria. “Pero”, como le escribió, resignadamente, al compositor Luis Humberto Salgado en 1967, “nuestros queridos compatriotas ni siquiera por cortesía contestan < a las consultas pertinentes provenientes de Alemania>”. Sin embargo, quería regresar a Ecuador. Tenía la esperanza de un empleo en el Conservatorio, quizás también de la ayuda del compositor Gerardo Guevara, quien, luego de sus estudios en Francia, se convirtió en director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional y, más tarde, en director del Conservatorio. Pero fue en vano: que estaba sobrecalificada, se dijo lacónicamente, lo cual Inés Muriel lo interpretó para sí de esta manera: “…les tiene miedo a quienes han superado los niveles de la aldeana mediocridad <…>  Sin embargo, no le voy a hacer competencia a nadie! No soy compositora, no soy directora de orquesta <…> Los machos siempre le cortan el camino a la mujer.”

El trompetista y compositor Édgar Palacios le consiguió, finalmente, una función en el Conservatorio de la melómana localidad de Loja. Ahí investigó sobre la música del pueblo saraguro, incluso llevó a algunos saraguros jóvenes de alumnos a Loja, entre ellos al ulterior dirigente indígena Luis Macas. Luego de seis meses, cuando al Conservatorio se le agotaron los recursos, Muriel encontró un empleo en un proyecto de la UNESCO acerca de las fiestas tradicionales del Ecuador. Pero ahí también se chocaron la ambición científica de la investigadora y la realidad ecuatoriana: el informe final que redactó Muriel rebosaba de quejas de la mala planificación, la falta de equipamiento técnico y el inexistente apoyo de parte del personal.

Por segunda vez: emigración a Colombia

Por ello, cuando la Universidad Libre de Bogotá le hizo una oferta de trabajo como docente en la facultad de musicología de esa institución, Inés Muriel no dudó en aceptarla. Emigró por segunda vez a Colombia… y ahí se quedó. Dio clases, gozando del afecto y respeto de sus alumnos, hasta más allá de sus ochenta años; produjo, aún a los 77 años, notas radiales sobre la música del siglo XX. La música ecuatoriana no aparece en sus más de 200 programas de ese tiempo, ahora disponibles en línea, a excepción de Gerardo Guevara, a quien le dedicó un único programa.

En Ecuador, hay solo unas pocas personas que se acuerdan de la doctora Muriel. En los archivos alemanes, dormitan los informes del servicio de inteligencia de la RDA. En Colombia, la COVID y sus consecuencias impiden el acceso a bibliotecas y registros académicos que podrían revelar informaciones más precisas sobre su actividad. La persona Inés Muriel, de quien unos hablan con admiración, otros, con incomprensión, pero unos pocos, con conocimiento, se sustrae ampliamente al acercamiento periodístico. En las fuentes constan cuatro diferentes años de nacimiento, pero ninguna foto suya. Inés Muriel es hoy en día sobre todo: una voz. La musicóloga falleció el 9 de enero de 2022 en Bogotá. (Traducción del Alemán: Enrique Novas)

26 de abril de 2022

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La Casa de la Música – el sueño de vida de Gi Neustätter

Cuando toca la Orquesta Sinfónica Nacional de Ecuador (OSNE), la gran sala de la Casa de la Música de Quito y sus 700 asientos tapizados de rojo, está repleta. Se llena tanto como se puede en tiempos de Coronavirus. Familias, estudiantes, parejas de adultos, se encuentran y saludan con amigos y conocidos que son parte de los asistentes. El programa de esta noche de febrero es del gusto de la Orquesta y de su Director titular adjunto Yuri Sobolev, el concierto para violín de Dvořák, y la Sinfonía Manfred de Chaikovski, tan poco interpretada. El solista de la noche, Pawel Kopcynski, y los instrumentos de bronce situados en la galería, interpretan con total entrega. El público queda impresionado. Gisela Neustätter estaría muy satisfecha. “Gi” está presente en todas partes. Sus iniciales redonditas adornan las paredes, las puertas y los programas de la Casa de la Música. 

Para dar a la música clásica espacio y oportunidades de desarrollo en su país de adopción, el Ecuador, esta señora que emigró de Munich, Alemania, en 1935 no escatimó en gastos. La moderna sala de conciertos que donó a Quito, no sólo fue una expresión de su genuino amor por la música, si no tambien un generoso acto de agradecimiento al país que había acogido a la pareja judía Hans y Gisela Neustätter, después de que huyeran de Alemania vía Francia. 

En el centro histórico de Quito, la joven Gi abrió una tienda de ropa y artículos femeninos, que pronto se convirtió en un centro de atracción para la alta sociedad de la ciudad. “Allí podías conseguir cosas que no había en ningún otro sitio: vestidos confeccionados según modelos parisinos, guantes de cuero blanco, preciosa lencería… y todo empaquetado en cajas de color rosado muy especiales que portaban las letras “Para Ti”, que era el nombre de la tienda”, recuerda una señora mayor.

Gisela y Hans Neustätter (cortesía de la Casa de la Música)
Una mujer enérgica, moderna, encantadora y directa

Se cuenta que “Madame Gi”, como la llamaban,  era muy moderna y “chic“, encantadora, independiente y muy directa. Una mujer que fumaba cigarillos y que expresaba sus ideas con claridad y hacía que se cumplan. Su hermano mayor, Philipp Tolziner, había estudiado en la Bauhaus de Dessau, y en 1931 aceptó un puesto en Moscú para poner en práctica las técnicas que había aprendido. El diseño de la casa de los Neustätter en la calle Whimper, a donde Gi y su marido se mudaron en 1955, y que hoy alberga el restaurante “Chez Jérôme”, también estaba influenciado por la Bauhaus. La casa se considera un ícono de la arquitectura residencial moderna en el Quito de aquella época. Fue construida por el reconocido arquitecto praguense Karl Kohn, quien también había emigrado de su país. 

Como muchos otros emigrantes europeos en Ecuador, los Neustätter se integraron económicamente en su nueva patria sin mucha dificuldad. Hans Neustätter se convirtió en un exitoso empresario de la industria del metal. Una de las empresas que fundó se especializó en la construcción de puentes, otra en la fabricación de tuberías y accesorios para instalaciones sanitarias; por todo el país se encontraban sus obras. Con el tiempo, la pareja se volvió adinerada. Sin embargo, siempre sintieron la necesidad de devolver al Ecuador y a su gente algo en retribución de lo que habían recibido aquí. Hans y Gi crearon fundaciones benéficas, apoyarona jóvenes dotados con becas de estudios, financiaron la construcción de un coliseo en el Colegio Einstein en Quito. En su propia casa vivían con cierta austeridad. Como todas las familias más acomodadas del país, empleaban personal, pero cuando tenían invitados, la señora de la casa era la que cocinaba.

Promover la música: una misión educativa 

“Gi era una persona que siempre quería dar a los demás”, recuerda la musicóloga Ketty Wong, quien fue su amiga durante mucho tiempo. Aunque nunca pudo aprender a tocar un instrumento, la música era su amor especial: Todos los viernes por la noche, se podía encontrar a Gisela Neustätter en los conciertos de la Orquesta Sinfónica en el Teatro Sucre, situado en el centro histórico de Quito. Su palco estaba ubicado justo al lado del palco presidencial. Durante muchos años apoyó económicamente a la OSNE y a sus músicos. 

Tras la muerte de su marido en 1993, la viuda dedicó toda su energía a la realización de un antiguo sueño común, dotar a Quito de una gran sala de conciertos. Como siempre en su vida, Gi, que ya tenia 82 años, tomó las riendas del asunto en sus manos. Solicitó al Municipio de la ciudad de Quito el terreno que luego recibió en comodato para la construcción. En base a los diseños de los arquitectos Belisario Palacios e Igor Muñoz, se puso en contacto con la empresa de acústica alemana Müller-BBM, con sede en Múnich. El hecho de que hoy se pueda escuchar la música con igual calidad, desde todas las butacas de la Casa de la Música, se debe principalmente al perfeccionismo de su patrocinadora. Los materiales sencillos, las líneas claras y la escasa decoración del edificio responden al ideal que ella predicaba: “Nada superfluo, sólo lo necesario, como la buena música”.

Involucrada en las obras hasta su muerte

En el 2002, después de mucho retraso, finalmente iniciaron las obras de construcción de la Casa de la Música. Una amiga de la Gi la llevaba regularmente para comprobar el progreso de la obra. Gisela seleccionó personalmente la tela beige prevista para las sillas de la sala grande. Su sueño de instalar un gran órgano fracasó debido a los gastos elevados que eso hubiera supuesto. 

Cuando Gi falleció en agosto de 2004, las butacas ya estaban instaladas. El concierto inaugural de la OSNE bajo la batuta de Álvaro Manzano, el 8 de abril de 2005, tuvo que celebrarse sin su presencia. En esta ocasión, el programa también incluía a Dvořák y Chaikovsky, además de una obra del compositor ecuatoriano más importante, Luis Humberto Salgado

Hoy, tras un periodo de poca actividad de casi dos años, debido a la pandemia, la Casa vuelve a ofrecer un programa variado. Además de las actuaciones mensuales de la OSNE, hay conciertos populares y folclóricos. La pequeña sala de música es un escenario amado por grupos de música de cámara y los “Domingos chiquitos” están diseñados para atraer a familias jóvenes. Al final, las butacas de la gran sala no fueron tapizadas en beige, el color favorito de Gisela Neustätter. Pero esto no debería impedir  la “educación musical de nuevos oyentes” con la cual soñaba la fundadora. “Creo que la Casa de la Música se utiliza hoy como Gi hubiera querido” dice Ketty Wong. 

(07.03.2022 Traducción al Español: Benita Schauer y Marcela García)

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Musik

Die Casa de la Música – Lebenstraum der Gi Neustätter

Wenn das nationale Sinfonieorchester von Ecuador spielt, ist der große Saal der Casa de la Música mit seinen 700 Plätzen voll besetzt. Oder so voll, wie es eben sein darf in Corona-Zeiten. Familien, Studenten, ältere Ehepaare begrüßen Freunde und Bekannte, verteilen sich auf den rot gepolsterten Sitzen. Das Programm an diesem Februarabend ist eines nach dem Geschmack des Orchesters und seines stellvertretenden Chefdirigenten Yuri Sobolev: Dvořáks Violinkonzert und die selten gespielte Manfred-Sinfonie von Tschaikowski. Der Solist des Abends, Pawel Kopcynski, und die auf der Empore platzierten Blechbläser geben alles, das Publikum ist beeindruckt. Gisela „Gi“ Neustätter wäre zufrieden gewesen.

„Gi“ überall. Ihre geschwungenen Initialen schmücken die Wände, die Türen, die Programme der Casa de la Música. Um der klassischen Musik in ihrer Wahlheimat Ecuador Raum und Entwicklungsmöglichkeiten zu geben,  scheute die mit ihrem Mann 1935 aus Deutschland emigrierte Münchnerin keinen Aufwand. Der von ihr gestiftete moderne Konzertsaal in Quito war und ist nicht nur Ausdruck einer genuinen Liebe zur Musik; er sollte auch eine Danksagung an das Land sein, das das jüdische Ehepaar Hans und Gisela Neustätter nach seiner Flucht aufgenommen hatte.Über Frankreich waren die beiden in ihre neue Heimat gekommen. Im historischen Zentrum von Quito eröffnete die junge Gi ein Geschäft für Damenbekleidung, das bald zu einem Anziehungspunkt für die bessere Gesellschaft der Stadt wurde. „Dort bekam man Dinge, die es einfach nirgendwo anders gab: Kleider geschneidert nach Pariser Modellen, weiße Lederhandschuhe, schöne Wäsche – und das alles verpackt in ganz besonderen rosafarbenen Schachteln mit dem Schriftzug ‚Para Ti‘, dem Namen des Geschäfts“, erinnert sich mit leuchtenden Augen eine ältere Dame. 

Gisela und Hans Neustädter ( © Casa de la Música)
Eine tatkräftige Frau – modern, charmant und direkt

Modern und schick sei „Madame Gi“  gewesen, heisst es immer wieder; eine charmante, unabhängige, sehr direkte Frau, die Zigarette rauchte. Ihre Vorstellungen brachte sie klar zum Ausdruck und setzte diese auch durch. Ihr älterer Bruder Philipp Tolziner hatte am Bauhaus in Dessau studiert und 1931 eine Stelle in Moskau angenommen, um die erlernten Techniken dort praktisch anzuwenden. Vom Bauhaus beeinflusst war auch das Haus des Ehepaares Neustätter in der Calle Whimper, das Gi und ihr Mann 1955 bezogen, und das heute das Restaurant “Chez Jérôme” beherbergt: Es war von dem ebenfalls emigrierten Prager Architekten Karl Kohn gebaut worden und galt damals als Ikone moderner Wohnarchitektur in Quito. 

Die wirtschaftliche Integration in der neuen Heimat gelang den Neustätters, wie vielen anderen europäischen Emigranten in Ecuador, schnell. Hans Neustätter wurde zu einem erfolgreichen und bekannten Unternehmer in der Metallindustrie. Eine der von ihm gegründeten Firmen spezialisierte sich auf den Bau von Brücken überall im Land, eine andere auf die Fabrikation von Rohren und Armaturen für sanitäre Anlagen. Das Paar war wohlhabend. Immer jedoch verspürten sie den Wunsch, dem Land Ecuador und seinen Menschen ein wenig von dem zurückzugeben, was sie, so empfanden sie es wohl, hier empfangen hatten. Hans und Gi gründeten wohltätige Stiftungen, förderten begabte Studenten, statteten die jüdische Schule Quitos mit einer Sporthalle aus. In ihrem eigenen Haus lebten sie maßvoll; wie alle besser gestellten Familien des Landes beschäftigten sie Angestellte, aber das Kochen übernahm die Hausherrin weiterhin gerne selbst.

Spenden und fördern mit musikalischem Bildungsauftrag

„Gi war ein Mensch, der immer geben wollte“, erinnert sich die Musikwissenschaftlerin Ketty Wong, eine langjährige Vertraute der Mäzenin. Obwohl sie selbst nie ein Instrument erlernen konnte, galt der Musik ihre besondere Liebe: Regelmäßig Freitag abends konnte man Gisela Neustätter bei den Konzerten des Sinfonieorchesters im Teatro Sucre, im historischen Zentrum Quitos, antreffen. Gleich neben der des Staatspräsidenten lag ihre Loge; über viele Jahre unterstützte sie das Orchester und seine Musiker finanziell. 

Nachdem ihr Mann 1993 gestorben war, widmete sich die Witwe mit aller Kraft der Verwirklichung ihres lange gehegten gemeinsamen Traums: Quito einen großen Konzertsaal zu schenken. Wie schon immer in ihrem Leben, nahm die mittlerweile zweiundachtzigjährige Gi die Dinge selbst in die Hand. Mit der Stadt Quito handelte sie aus, dass diese für den Bau das heutige Gelände im Rahmen eines Leihvertrags zur Verfügung stellte. Auf der Basis von Entwürfen der Architekten Belisario Palacios und Igor Muñoz kontaktierte sie das Münchner Akustik-Unternehmen Müller-BBM; dass man heute in der Casa de la Musica auf allen Plätzen ausgezeichnet hört, ist vor allem dem Perfektionsanspruch seiner Stifterin zu verdanken. Die schlichten Materialien, klaren Linien und die sparsame Dekoration des Baus entsprechen dem von ihr gepredigten Ideal: „Nichts Überflüssiges, nur das Notwendige, wie bei guter Musik.“ 

Bis zu ihrem Tod auf der Baustelle präsent

Regelmäßig ließ sie sich ab 2002, als die Bauarbeiten mit viel Verzögerung endlich begannen, von einer Freundin zur Baustelle bringen, kontrollierte den Fortschritt. Den für die Stühle des großen Saales geplanten beigefarbenen Stoff suchte sie persönlich aus. Nur der von ihr erträumte Einbau einer großen Orgel scheiterte schließlich an den Kosten. Die Sitze waren bereits installiert, da starb die hochbetagte Gi im August 2004. Das Eröffnungskonzert mit dem Nationalen Sinfonieorchester unter Álvaro Manzano am 08. April 2005 musste ohne die Mäzenin stattfinden. Auch damals standen, neben dem wichtigsten ecuadorianischen Komponisten Luis Humberto Salgado, Dvořák und Tschaikowski auf dem Programm. 

Heute bietet das Haus nach einer fast zweijährigen pandemiebedingten Durststrecke wieder ein abwechslungsreiches Programm. Neben den monatlichen Auftritten der OSNE gibt es auch populäre und Folklore-Konzerte. Der kleine Kammermusiksaal ist für junge ecuadorianische Kammermusikgruppierungen eine willkommene Bühne, sonntägliche Kinderkonzerte sollen junge Familien anlocken. Zwar wurden die Sitze des großen Saals am Ende entgegen Gisela Neustätters Wunsch doch nicht beigefarben bezogen – aber der von der Stifterin erhofften „musikalischen Bildung eines neuen Publikums“ dürfte dies keinen Abbruch tun. „Ich denke, dass die Casa de la Música heute so genutzt wird, wie Gi es gewollt hätte“, sagt Ketty Wong. 

2. März 2022

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Musik

„Immer im Protest“ – Inés Muriel als Emigrantin in der DDR

„Aus den Konzertsälen Lateinamerikas“ berichtet die Frauenstimme mit leichtem Akzent, aber in gewähltem Deutsch. Inés Muriel gibt auf Radio DDR II einen Überblick über das klassische Musikleben in den großen Städten Lateinamerikas, erzählt von einem Auftritt des Dresdener Ulbrich-Quartetts in Havanna, lobt die „konsequente und wirksame Musikpolitik Kubas“. Wir schreiben das Jahr 1977. Die Ecuadorianerin Inés Muriel Bravo lebt seit Anfang der Sechziger Jahre in der DDR. Die von ihr konzipierten und produzierten Radiosendungen dieser Zeit zeichnen das Bild einer eigenwilligen, politisch engagierten, hochdisziplinierten Frau. Sie sind Zeugnis eines bewegten und zugleich zurückgezogenen Lebens zwischen Ecuador, Kolumbien und Deutschland.

1926 wurde Inés Muriel als Kind kolumbianischer Einwanderer in der ecuadorianischen Stadt Riobamba geboren. Später zog sie mit ihren Eltern in die Hauptstadt Quito, wo sie am Konservatorium Unterricht in Klavier und Gesang erhielt. Mit ihrem um ein Jahr älteren Bruder Guillermo Muriel, der später ein bekannter Maler wurde, engagierte sie sich in linken Kreisen, war aktives Mitglied der kommunistischen Partei Ecuadors.

Über die KP zum Studium der Musikwissenschaft in der DDR

Dieses politische Engagement setzte sie fort, als sie 1957 mit ihren zwei kleinen Töchtern nach Kolumbien zog. In der von Gewalt und Repression geprägten Zeit der kubanischen Revolution war die Parteimitgliedschaft für sie jedoch ein permanentes Risiko. Die kolumbianische KP verschaffte der alleinerziehenden Muriel schließlich ein politisches Stipendium, und so emigrierte sie 1963 in die DDR. Inés Muriel wollte sich dort mit dem beschäftigen, wofür sie sich immer interessiert hatte: Musik und Musikwissenschaft. Und sie wollte sehen, wie es möglich war, dass „auf dem Boden eines ehemals faschistischen Staates ein sozialistisches System entstehen konnte“, beschreibt es ihre Tochter.

Vor das Studium hatte die DDR den Schweiß gesetzt: Ihren Studienplatz musste sich die angehende Musikwissenschaftlerin durch praktische Arbeit in einer Lampenfabrik verdienen. Erst dann konnte sie sich – sie war Mitte Dreißig – an der Universität Leipzig einschreiben. Die Stadt, in der sie 1968 ihre Diplomarbeit zur „Musik des Volkes der Shuar in Ecuador“ einreichte, wurde ihre Heimat für 18 Jahre: „Es hätte mir dort nicht besser gehen können“, sagte sie 1980 in einem Interview. Sie arbeitete für den Rundfunk der DDR, betreute Künstler wie Mercedes Sosa und Oswaldo Guayasamin bei deren Aufenthalten, war offenbar gut vernetzt. Was sie nicht davon abhielt, mit dem zu hadern, was in der DDR nicht so gut funktionierte – „immer im Protest“ sei sie gewesen, heißt es. 

“Ich hätte ja niemandem Konkurrenz gemacht”: Versuch einer Rückkehr nach Ecuador

Offenbar gab es seitens des Leipziger Lehrstuhls durchaus Interesse, durch die Stipendiatin mehr über die musikalische Welt Lateinamerikas zu erfahren. Aber, so schrieb Muriel 1967 resigniert an den Komponisten Luis Humberto Salgado in Quito, „unsere lieben Landleute sind nicht einmal höflich genug,  auf entsprechende Anfragen aus Deutschland zu reagieren“. Dennoch wollte sie zurück nach Ecuador. Sie hoffte auf eine Anstellung am Konservatorium, vielleicht auch auf die Unterstützung des Komponisten Gerardo Guevara, der nach seinem Studium in Frankreich Chefdirigent des nationalen Sinfonieorchesters und später Direktor des Konservatoriums wurde. Aber vergeblich: Sie sei überqualifiziert, hieß es lapidar. Was Inés Muriel für sich so übersetzte: „Ich bin kein Dirigent, ich hätte niemandem Konkurrenz gemacht. Aber die Leute haben Angst vor jedem, der sich von der hiesigen kleinstädtischen Mittelmäßigkeit abhebt. Die Machos hier verhindern, dass eine Frau vorankommt.“

Der Trompeter und Komponist Edgar Palacios verschaffte ihr schließlich eine Aufgabe am kleinen Konservatorium des musikliebenden Städtchens Loja. Dort forschte sie zur Musik des Volkes der Saraguro, brachte gar einige junge Saraguro als Schüler nach Loja, darunter auch den späteren Indigenenführer Luis Macas. Als dem Konservatorium nach sechs Monaten die Mittel ausgingen, fand Muriel eine Anstellung in einem UNESCO-Projekt zu den traditionellen Festen Ecuadors. Aber auch dort stießen sich wissenschaftlicher Ehrgeiz der Forscherin und ecuadorianische Realität: der von Muriel verfasste Abschlussbericht des Projekts strotzt von Beschwerden über mangelnde Zeitplanung, fehlende technische Ausstattung und nicht vorhandene personelle Unterstützung.

Zum zweiten Mal: Emigration nach Kolumbien

Als die Universidad Libre in Bogotá ihr 1980 ein Angebot machte, an der dortigen musikwissenschaftlichen Fakultät zu lehren, zögerte Inés Muriel deshalb nicht. Sie emigrierte ein zweites Mal nach Kolumbien – und blieb. Unterrichtete, von ihren Studenten gemocht und respektiert, bis über ihren achtzigsten Geburtstag hinaus; produzierte noch mit 77 Jahren wöchentliche Radiobeiträge zur Musik des 20. Jahrhunderts. Ecuadorianische Musik kommt in ihren über 200 online nachzuhörenden Sendungen dieser Zeit nicht mehr vor – mit Ausnahme von Gerardo Guevara, dem ein einziger Beitrag gewidmet ist.

Die alte Dame lebt noch heute in Bogotá. In Ecuador gibt es nur wenige Menschen, die sich an sie erinnern. In den deutschen Archiven schlummern die Berichte der Staatssicherheit. In Kolumbien verhindert Corona samt seinen Folgen den Zugang zu Bibliotheken und alten Vorlesungsverzeichnissen, die genaueren Aufschluss über ihre Tätigkeit gäben. Die Person Inés Muriel, von der die einen mit Bewunderung, die anderen mit Unverständnis, wenige aber mit Kenntnis sprechen, entzieht sich weitgehend der journalistischen Annäherung. Es gibt in den Quellen vier verschiedene Geburtsjahre, aber kein Foto von ihr. Inés Muriel ist heute vor allem – eine Stimme.

12. November 2021

Postscriptum: Inés Muriel Bravo starb am 9. Januar 2022 in Bogotá.

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Musik

Ecuadors neun Sinfonien

Dass Ludwig van Beethoven neun Sinfonien geschrieben hat, ist hinlänglich bekannt. Auch an Bruckner, Schubert oder Mahler mag so mancher sich erinnern. Aber Luis Humberto Salgado? Ein weitgehender musikalischer Autodidakt aus dem ecuadorianischen Cayambe, der in seinem Leben nicht aus seinem Heimatland hinauskam, zwar zweimal Direktor des nationalen Konservatoriums  war, aber von seiner Kunst kaum leben konnte? Der neben seinen Sinfonien acht Solokonzerte, vier Opern, Ballette, Kammermusik sowie zahlreiche Klavierwerke und Lieder schrieb – aber die meisten dieser Kompositionen niemals in einem Konzert hörte?

Der deutsch-mexikanische Dirigent Michael Meissner hat sich seit vier Jahren intensiv mit dem Schaffen Luis Humberto Salgados (1903-1977) beschäftigt und dessen neun Sinfonien nun in einer Aufnahme mit dem Sinfonieorchester von Cuenca bei dem niederländischen Label Brilliant Classics herausgebracht. Eine Mammutleistung, denn als Meissner 2017 sein Amt als Chefdirigent des staatlichen Orchesters in Cuenca antrat, schlummerten die handschriftlichen Partituren der Sinfonien vergessen im Nationalarchiv Ecuadors. 

Über mehrere Jahrzehnte lagen die neun Sinfonien im Archiv

Es galt also zuerst einmal, diese Dokumente abzufotografieren, zu digitalisieren, teilweise auch zu rekonstruieren: Von der ersten, der 1949 abgeschlossenen „Andensinfonie“, fehlte das Finale des letzten Satzes; die Fünfte „Neoromantische“ existierte nur noch als Klavierfassung fast ohne Angaben zur späteren Instrumentierung, so dass die verschollene Orchesterpartitur von Meissner neu erstellt werden musste. Im September 2019 wurden alle neun Sinfonien im Teatro Pumapungo in Cuenca aufgenommen. Erst in diesem Sommer konnte schließlich das Set mit drei CDs herausgebracht werden. Zum ersten Mal sind damit diese in Ecuador einzigartigen Werke der Öffentlichkeit zugänglich gemacht worden.

Folkloristische Themen gehen eine Verbindung mit klassischer Form ein

Wer die ländlichen Feste und feiertäglichen Prozessionen des ecuadorianischen Hochlands kennt, fühlt sich mit der ersten Sinfonie dorthin versetzt: Da läuten die Kirchenglocken, marschiert die Banda, zwitschern die Vögel, tanzt das Volk. Es ist tatsächlich eine „Sinfonía Andina“, die einheimische Tanzrhythmen und Melodien als Inspirationsquelle nutzt: den raschen San Juanito, den elegischen Yaraví, den hüpfenden Aire Típico. Der Komponist legte jedoch in seiner Einführung zur Sinfonie Wert darauf, dass alle seine Themen „Originalthemen des Autors“ seien, von ihm selbst erdacht, nicht populären Volksliedern entnommen.

Nicht umsonst hatte sich Salgado, der durch seinen selbst komponierenden Vater mit Musik aufgewachsen war,  viele Jahre lang mit den Sinfonien der großen europäischen Komponisten seit Beethoven beschäftigt. Die meisten dieser Werke dürfte er nie in einer Aufnahme und schon gar nicht in einem Konzert gehört haben, aber er hatte sie gelesen: Sein Bruder Gustavo, der viel reiste und selbst ausgebildeter Pianist war, brachte ihm wohl regelmäßig aktuelle Partituren aus Europa mit. Und so wusste Luis Humberto Salgado genau, was die Form Sinfonie im klassischen Sinne ausmachte. Er verband diese traditionellen Formelemente geschickt und oft innovativ mit andinen Themen, Rhythmen und Harmoniefolgen. Im Zusammenhang mit seiner ersten Sinfonie schrieb er: „Es wäre kindisch, zu meinen, dass eine reine Orchestrierung volkstümlicher Themen…eine Sinfonie ergäbe; (…) das wäre dann lediglich eine Sammlung folkloristischer Melodien.“

Kompositionen in der Nachfolge Schönbergs

Ganz anders ist dagegen der Höreindruck der Siebten Sinfonie, deren Manuskript Salgado 1970 „Aus Anlass des 200. Geburtstags Beethovens“ dem Beethoven-Haus in Bonn schickte. Das Werk hat über weite Strecken keine klare Tonart und beginnt mit eher abstrakten Motivfetzen, die im Verlauf der Sinfonie immer wieder aufgegriffen werden und dadurch die kompositorische Einheit des Werkes begründen. Seit den Dreißiger Jahren des 20. Jahrhunderts hatte sich Salgado mit der Zwölftontechnik Arnold Schönbergs auseinandergesetzt, sie in seinen Kompositionen selten in Reinform umgesetzt, aber Elemente daraus zunehmend virtuoser in seinen kammermusikalischen und symphonischen Werken verwandt, so wie in dieser Siebten.  Auch hier gibt es im letzten Satz Fanfaren, Glocken, Harfeneinwürfe, aber in einem deutlich komplexeren formellen und harmonischen Rahmen als in der „Andina“. 

Salgado schrieb seine neun Sinfonien über einen Zeitraum von rund fünfunddreißig Jahren. Fast alle tragen von ihm hinzugefügte Untertitel: „Im Rokoko-Stil“ die Dritte, “Zum Jahrestag der Schlacht von Pichincha“ die  Achte, die überraschenderweise kaum ecuadorianische Anklänge bringt. Ein typischer Salgado – Klang zieht sich durch alle Werke. Häufig meint man, sowohl die Einflüsse der dem Komponisten von Kind an bekannten lokalen Blaskapellen, der „Bandas“, als auch der Film- und Bühnenmusik der 20er und 30er Jahre zu hören – als Student verdiente der exzellente Pianist Salgado sein Geld zeitweise durch das Begleiten von Stummfilmen und wandernden Opernkompagnien.

Erstmals sind Werke Salgados nun im Handel auf CD erhältlich

Nach wie vor gibt es vom umfangreichen Werk Luis Humberto Salgados keine im Handel erhältlichen Noten; die zwei existierenden CDs sind nur auf Umwegen zu beschaffen. Die Aufnahme des Sinfonieorchesters von Cuenca ist deshalb die erste überhaupt, welche die Kompositionen Salgados für ein internationales Publikum hörbar macht. In Ecuador selbst wurde von der Produktion bedauerlicherweise bisher kaum Notiz genommen. Bleibt zu hoffen, dass man diese Box demnächst auch vor Ort erwerben kann. 

Luis Humberto Salgado, The 9 Symphonies, Orquesta Sinfónica de Cuenca, Dirigent Michael Meissner, Brilliant Classics 2021. Bestellbar im Internet über alle bekannten europäischen und amerikanischen Anbieter, 3 CDs rund 20 Euro. Ein Interview mit Michael Meissner zu Werk und Aufnahme finden Sie hier.

16. September 2021

 

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